¡Fuuuta!
23 de febrero de 2018
La expresión que da nombre a este artículo es muy vieja, tanto que tengo años sin oírla; la usábamos para expresar desagrado frente a un mal olor. La recordé ahora, con motivo de la novedad que estamos enfrentando en esta ciudad capital.
Lo de la peste en Culiacán, no es más que una muestra más de cómo el gobierno mexicano ha llevado al límite su costumbre de jamás resolver un problema y sí, en cambio, enredarlo más cuando se toma la molestia de atenderlo.
El asunto no es nuevo, a mí me consta que existe desde el año de 1986 por el viejo cauce del río Culiacán, donde el agua estancada en las fosas de las cribas se pudre durante el estiaje, provocando malos olores en comunidades como Bacurimí, Bellavista, etc. el fenómeno es común también, alrededor de los cruceros de Xicotencatl con malecón viejo y Aquiles Serdán a la altura del puente Morelos, lugares donde desembocan importantes drenajes pluviales.
Como resulta evidente, en más de tres décadas no se tomó ninguna medida, por lo contrario fueron permitiendo se establecieran más fuentes de malos olores, lo que, aunado al crecimiento de la ciudad, viene a convertirse en una crisis mayor hoy.
Lo más serio de todo esto, no es que muestre la falta de previsión y la tremenda ignorancia de nuestras autoridades, lo cual de por sí grave no es (nadie tiene obligación de saber de todo), el problema es que la autoridad, para variar, hasta hoy sólo ha cumplido con una acción institucional para cuidar la calidad del aire que respiramos los culichis: cobrarnos. Por pura suerte no lo lograron.
Fue durante el sexenio pasado, que nos salieron con la idea de que habría en Sinaloa centros de verificación vehicular, para revisar el estado de los automotores y bla, bla, bla, es decir, vil plan chingativo para aumentar la corrupción gubernamental. Afortunadamente el proyecto no prosperó, pero cuidado, la idea sigue latente.
No sólo para el gobierno, también para la mayoría del público, contaminación y smog son sinónimos, lo cual es falso, como bien lo estamos comprobando ahora que un aire transparente nos trae una hediondez que nada bueno nos puede aportar.
Nada me daría más gusto, que una institución como la UAS recurriera a los numerosos especialistas con que cuenta en facultades como química, biología y medicina, para que investigaran y nos aclararan las condiciones del aire que respiramos cuando el mal olor se hace presente, no olvidemos un dato importante que acaban de dar a conocer las propias autoridades sanitarias sobre el estado de Sonora: es la entidad donde más enfermedades “raras, de difícil diagnóstico y cura”, se están presentando en la actualidad. Sin saber aún el motivo para ese fenómeno, hay razones suficientes para apostar por la contaminación del agua provocada por los derrames de las industrias mineras, que han vertido sobre sus cuerpos de agua cualquier cantidad de elementos como el mercurio, el plomo y el cianuro. Ahí tenemos otro ejemplo cercano de la negligencia oficial.
Más nos vale poner las barbas a remojar.